lunes, 15 de noviembre de 2010

MARGINALIDAD Y EL FUTURO

Un tema recurrente en los análisis de los "observatorios sociales", que trabajan sobre datos estadísticos serios y confiables, es el de la marginalidad y la exclusión. Se trata de un hecho que por su magnitud y consecuencias sociales, trasciende el tratamiento que pueden dar, y gracias a Dios lo dan, diversas instituciones abocadas con su trabajo y testimonio a la tarea en estos sectores. La marginalidad va creando una sociedad al margen con sus propios códigos, una suerte de realidad social dentro y al margen de la sociedad.

Algunos dicen que se va gestando una "sociedad dual", en la que crecen "unos" y "otros", sin un horizonte de encuentro. Los problemas se agravan en los cinturones de las ciudades donde se advierte, incluso, un: "Déficit de acceso a Servicios Públicos Domiciliarios y de Infraestructura Urbana" (Observatorio Deuda Social). Estamos ante un problema que compromete seriamente el futuro.

Es recurrente, también, decir que es un tema de agenda política y que necesita de "políticas de estado", para dar soluciones que requieren tiempos mayores a lo breve de un gobierno. Creo que en esto todos estamos de acuerdo. Lo que no aparece con claridad es la posibilidad y decisión de implementar esas políticas. El retraso  agranda el problema, dado que esta situación tiene un avance en términos de progresión geométrica. Creo que a una lectura social de la realidad debemos agregarle una lectura moral, porque es el hombre el que crece en una orfandad de afecto, de ideales y de calidad de vida, que lo lleva a refugiarse en un presente sin futuro. Es el hombre el que debe ser cuidado. La responsabilidad social es una actitud moral que se expresa en una respuesta comprometida frente a un hecho. Lo que atenta contra esta actitud es el individualismo que nos aísla y quiebra lazos de solidaridad. Todo hombre es mi hermano es el primer principio de la moral social. Ante esta realidad hemos propuesto como Obispos un objetivo a alcanzar: la inclusión social. A estas ideas las presentamos en un documento que llamamos: "Hacia un Bicentenario en justicia y solidaridad".

Voy a señalar dos aspectos que considero importantes para este tema en el documento. Uno referido a lo personal y el otro a la vida institucional. Respecto a lo primero nos preguntábamos: ¿Qué estilo de liderazgo necesitamos hoy? Es fundamental, decíamos, alentar un estilo de liderazgo centrado en el servicio al prójimo y al bien común. En este sentido adquiere todo su valor el testimonio, como expresión de coherencia y ejemplaridad. La confianza necesita del testimonio. Por otra parte, el verdadero liderazgo "supera la omnipotencia del poder y no se conforma con la mera gestión de urgencias". Tiene libertad frente al poder que ejerce, porque vive al servicio del bien común. En segundo lugar, decíamos: "Fortalecer las instituciones republicanas, el Estado y las organizaciones de la sociedad". Puede parecer que esto no es urgente, sin embargo, "la calidad de vida de las personas está vinculada a la salud de las instituciones de la Constitución". La obediencia a las instituciones pone límites y da ejemplaridad al ejercicio del poder, creando las condiciones para que, en la justa alternancia del poder, se puedan llevar adelante políticas de Estado. La calidad institucional, concluíamos, "es el camino más seguro para lograr la inclusión social".

Reciban junto a mi estima y oraciones, mi bendición en el Señor.
Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

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