La fraternidad de toda la Tierra
Una de las grandes urgencias éticas a las que nos enfrentamos en este tiempo complejo es el cuidado de la Tierra. Si queremos trabajar para vivir en fraternidad, cuidar la gran fraternidad que es este planeta se convierte en una tarea imprescindible para todos.
El deterioro de la naturaleza y el calentamiento del planeta no respetan ningún límite ni frontera, y atacan más a los que menos recursos tienen para defenderse: a los pobres, que tienen que sufrir lo que otros han causado.
No hay más planeta que el que tenemos, y lo estamos explotando. No podremos hablar de fraternidad si no cambiamos en nuestra vida cotidiana lo que tiene que ver con nuestro consumo sin medida, la falta de cuidado por nuestra Tierra, el saqueo de los recursos naturales, nuestra pasividad, y nuestra falta de compromiso con una vida más sencilla, más sostenible
En el cántico de las criaturas, Francisco de Asís alaba al hermano sol y a la hermana Tierra y a todas las criaturas que forman parte de lo que nos rodea. Francisco llama a los animales, al fuego y al agua: hermanos y hermanas, pues todas las criaturas provienen de la misma fuente y, por tanto, todas son miembros de la gran familia a la que pertenecemos todos.
No podemos luchar por un mundo mejor olvidando la interdependencia de todo lo que vive y existe, sin comprometernos con la lucha en defensa de la naturaleza y su cuidado, que, como toda la obra de Dios, no nos pertenece; estamos encargados en nuestro tiempo de su cuidado.
Y todo esto, no puede ser sólo un discurso al que nos adherimos, sino una forma de emprender la vida cotidiana, con opciones, elecciones y decisiones que conllevan renuncias.
Y todo esto, no puede ser sólo un discurso al que nos adherimos, sino una forma de emprender la vida cotidiana, con opciones, elecciones y decisiones que conllevan renuncias.
Del Cántico de las Criaturas (Francisco de Asís)
Loado seas por toda criatura, mi Señor,
y en especial loado por el hermano sol,
que alumbra, y abre el día,
y es bello en su esplendor,
y lleva por los cielos noticia de su autor.
Y por la hermana luna, de blanca luz menor,
y las estrellas claras, que tu poder creó,
tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son,
y brillan en los cielos: ¡loado, mi Señor!
Y por la hermana agua, preciosa en su candor,
que es útil, casta, humilde: ¡loado, mi Señor!
Por el hermano fuego, que alumbra al irse el sol,
y es fuerte, hermoso, alegre: ¡loado mi Señor!
Y por la hermana Tierra, que es toda bendición,
la hermana madre Tierra, que da en toda ocasión
las hierbas y los frutos y flores de color,
y nos sustenta y rige: ¡loado, mi Señor!
Pero ¿qué podemos hacer y cómo? Se nos invita a un cambio de mirada y de corazón, como a Francisco. La creación toda, la tierra, el planeta no son de mi propiedad, sino regalo de mi Señor, todo comunión.
Francisco, efectivamente, es consciente de su pobreza personal y ve toda la realidad como regalo de Dios para poder vivir.
Nos será difícil cambiar la mirada en este sentido hasta que no experimentemos y consintamos, como expresa Francisco en el Cántico de las Criaturas, el abrazo en la propia soledad o la luz en la oscuridad o la vida en la hermana muerte… Y esto no es dolorismo, sino la gracia de la comunión plena con “mi Señor”.
Es necesario un cambio de paradigma: aceptar que el ser humano no es la instancia única; es más bien un
hermano mayor” de la naturaleza y, como tal, responsable de su cuidado y llamado a la comunión con ella.
Fuente: Red Asís
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