sábado, 22 de septiembre de 2012

Jugar por plata no es jugar por Jorge Eduardo Lozano*


En estos años ha habido en el país un enorme crecimiento de ofertas de los modos más variados de hacer apuestas de dinero. Me resisto al eufemismo “juegos de azar”, aplicable tal vez a la perinola o a los esparcimientos familiares o de amigos. Pero cuando el “juego” consiste en poner plata para intentar ganar más plata, la denominación debería ser “negocios de azar”.

Casinos, Bingos, Tragamonedas, loterías de las más diversas, simples o combinadas, provinciales o nacionales, se multiplicaron en locales ubicados en ciudades turísticas o no turísticas, grandes o pequeñas, del norte o el sur, y hasta en Internet. 

Respecto de esta situación quisiera referirme a tres “pompas de jabón”: son bonitas, atractivas, redonditas, pero fugaces y efímeras. 
Una pompa de jabón: la ayuda social. En la mayoría de las promociones se insiste en destacar la ayuda social que se realiza gracias a las apuestas. Pero detengámonos un poco en esto. Veamos lo que sucede, por ejemplo, con las llamadas máquinas tragamonedas. La proporción distributiva varía según los contratos. Pero lo habitual es que cada $100 que una persona apuesta, 50% va para el dueño de la máquina, y el otro 50% para el Estado. El propietario —a veces— debe hacerse cargo del alquiler o luz del local, y algún otro gasto, que no supera los 20 o 25$ de esos $50 que le corresponde. El Estado suele pagar otros gastos que el privado no, por ejemplo sueldos de otros empleados, cubrir algunos déficit, gastos administrativos de oficinas pertinentes del Estado... Si vas sumando, de esos $100 apenas 15 o 20 se dedican a la ayuda social. ¿Quién jugó? ¿Quién hizo negocio? ¿Quién ganó? ¿Quién se benefició?
Así es; el dinero va al bolsillo de los que con la plata no juegan, sino que la acumulan.
Es cierto que la ayuda social es necesaria y urgente. Pero también es cierto que se pueden pensar en otras fuentes de financiamiento que no sea el negocio de azar. 

Segunda pompa de jabón: promovemos el turismo. Salvo en unas pocas ciudades —me sobran los dedos de una mano— en la gran mayoría apuestan más los locales que los visitantes. ¿Alguien puede pensar que es turista quien va al Casino o local de tragamonedas de lunes a lunes a las 10 de la mañana o a las 3 de la tarde? Hablando con empleados de algunas de estas salas, nos cuentan lo que ven. Quienes asisten son vecinos, y muchos de ellos de condición humilde. Justamente a quienes se destina la ayuda social. Es preocupante el incremento de asistencia de mujeres y de jóvenes. 

La tercera pompa de jabón: salvate con un golpe de suerte. Se alimenta la fantasía o falsa ilusión de que está al alcance de tu mano conseguir el dinero que necesitás. Sea para cambiar el auto o la casa, para comprar un taller, para hacer un viaje... Placer o trabajo como destino del dinero, da igual. A cuántos conocemos que hayan sido alcanzados por la suerte, y a cuántos clavados en la misma situación y con deudas por apostar. Las máquinas tragan monedas y escupen desilusión. A esto se suma el creciente número de adictos a las apuestas: ludopatía. Una verdadera enfermedad. 

La mejor manera de desarrollarse una persona y su familia es por medio del trabajo dignamente remunerado. Para salir de la pobreza no hacen falta la suerte y apuestas, sino equidad y justicia social.
Para sostener programas sociales tan importantes como necesarios, no hace falta recaudar entre los pobres o de clase media, sino promover otros modos de redistribución de la riqueza. 

*El autor es obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Argentina.