Miró al mundo y vio que la tierra era lastimada al ser explotada,
en vez de ser abrazada con solidaridad ...
mientras la explotaban, la iban acaparando;
ya no era tierra porque ya no era para todos.
Un poco sobresaltado, buscó a sus hijos
y contempló cómo se apuraban a agarrar a algunos de sus hermanos
y les clavaban las manos y los pies para quitarles su tierra,
su pan, su salario, su ropa, su dignidad, su vida ....
Entonces, Tata Dios se agarró la cabeza y gritó:
¿no les bastó que lo crucificaran una vez
para que entendieran el grito de la vida ?
¿Por qué lo siguen crucificando de nuevo en tantos otros?
Se dirigió a su Iglesia para ver qué estaba haciendo...
La encontró muy piadosa y atenta rezando al cielo,
y besando un hermoso crucificado de yeso ...
Tata Dios volvió a agarrarse la cabeza para volver a gritar:
¿por qué me buscan entre los muertos y encima de yeso?
¿Si yo estoy vivo con mi Hijo en cada uno de los crucificados
que ustedes no llegan a ver, porque no sacan la mirada
de ustedes mismos y sus piadosas ceremonias?
Si quieren participar de mi Pascua,
juéguense por descrucificar a cada uno de los que sufren...
a todos los que puedan... haciendo todo lo que puedan...
bajen de la cruz a sus hermanos... ayúdenlos a resucitar,
que vivan más que ahora…
Porque si no, no encontrarán la vida;
andaremos caminos distintos…
P. Rubén Capitanio
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