El próximo 25 de marzo, Fiesta de la Anunciación del Señor, se celebra el día del Niño por Nacer. Este día recordamos a Jesucristo, concebido de un modo único por obra de Dios, que comienza su existencia histórica en el seno de su Madre, la Virgen María. Ese día, precisamente, ha sido elegido para celebrar el comienzo de la vida con todo lo que ello significa. La vida humana no es una especie más dentro de la naturaleza, sino una realidad única y personal con un destino trascendente.
Toda la grandeza humana y espiritual de esta vida ya está presente en la fragilidad del ser naciente. Frente a una mentalidad que trata de disminuir la gravedad moral y jurídica del aborto, sentimos la necesidad de dar razones de esta verdad, como así también, de motivar el compromiso que su defensa implica.
El adelanto de la ciencia no deja lugar a dudas sobre la existencia de vida humana desde el embrión, se habla, por ello, de los derechos de un nuevo ser. Es más, se habla del estatuto ontológico y jurídico del embrión. No defendemos una ideología entre otras, nos compromete la realidad de un nuevo ser en su primer derecho, que es el derecho a la vida. Hablar de un derecho para sostener el aborto no es correcto ni justo, porque no se tiene en cuenta la existencia del nuevo ser. La justicia tiene por objeto dar a cada uno lo que le corresponde. Por ello, en este caso, el derecho a la vida del ser concebido no puede quedar supeditado a una decisión. No se puede hablar de un derecho a decidir cuando estamos ante un ser que necesita, precisamente, la protección de su vida, su primer derecho. Hay una prioridad jurídica que le corresponde, y que la sociedad y el Estado deben tutelar con sus leyes. Esta reflexión puede parecer dura, pero nace de la exigencia moral y jurídica que le corresponde al ser concebido.
Esto no significa ser insensibles frente a la incertidumbre que pueda presentar un embarazo, por el contrario, debemos crear las condiciones que prevengan y acompañen a la mujer, pero respetando siempre la dignidad del nuevo ser. Cuidar al niño por nacer implica, en primer lugar: "cuidar a la madre, promoviendo un embarazo saludable, velando por su alimentación y atención sanitaria, tanto de la madre como de su hijo" (CEA). Este tema tiene, necesariamente, una dimensión política e institucional porque en él se define no sólo una vida sino la equidad jurídica de la sociedad. No es un tema menor. Las leyes justas tienen un valor pedagógico y ejemplar. El valor de la vida humana, que es anterior a un planteo religioso, compromete los poderes del Estado. Para un cristiano, además, esta realidad está iluminada por su fe. Por ello, no es coherente un cristiano, o un político cristiano, que no asuma su responsabilidad en proclamar y defender la vida concebida. Una fe que no esté presente en todas las instancias de la vida, sobre todo en aquellas que hacen a la defensa de la vida humana en sus momentos de mayor fragilidad, es una fe que no ha sido plenamente asumida.
Queridos amigos, para celebrar el día del Niño por nacer los invito a participar de la Santa Misa que celebraré el próximo 25 de Marzo en la Iglesia Catedral, y en la que bendeciré a las madres que estén esperando el nacimiento de sus hijos. Reciban de su Obispo mi bendición en el Señor Jesús y María Santísima.
Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
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